José, el discípulo perdido.
En el último tramo de la vida terrenal de Jesús, una serie de eventos muestran su profunda soledad, el rigor físico y emocional al que fue sometido en Getsemaní y la resistencia con la que sobrepuja las horas previas a ser elevado sobre una cruz en el Gólgota. Parece ser que en esos momentos se puso a prueba la lealtad de sus amigos y seguidores, de cada persona que fue directa o indirectamente, bendecida por el salvador del mundo en su ministerio. Todos los que habían sido acariciados por su voz, nutridos por sus enseñanzas, todos los que fueron marcados por su ejemplo, e incluso librados de la cárcel debido a su casi nula defensa, todos permanecieron en silencio, una, tres veces y más (Lucas 22:61) . María en su soledad, acompañada de algunos familiares, se quebraba en súplicas al seguirlo de cerca, viendo a aquel hijo sin mancha que le había nacido para bendecir, ser maltratado, humillado y sacrificado. En todo ese trayecto en algún lugar cercano a las mura